Un momento en
que la emoción sube a la garganta y asfixia, un momento en que la palabra se
adueña de ti y tu cerebro no sabe nada solo escribe porque el corazón así lo
dicta.
Un momento en
que la ingenuidad te aborda, un momento en que crees posible lo que no está
escrito, un momento para idear un guión con final feliz o no, pero con
desenlace digno de contarse.
Un momento
para tumbarte boca abajo sin sentirte derrotado, un momento para irte y volver
al instante.
Un momento
para no aspirar nada porque todo lo presente te complace, un momento para
mentirte y creerlo…
Un momento
para susurrar y después gritar lo contrario.
Un momento
para desistir de ser lo que tu canon te dicta, un momento para reírte por el
temblor de tu mano expectante que sueña con crear buenas frases.
Un momento
para dudar de que estés presente. Un momento para no pensar y centrarte en el vacío de tu estomago agazapado.
Un momento,
un solo momento para pensar en ti, en tu palabra, en tu recóndito deseo de
escribir la más bella historia que acredite la estancia de la mortalidad.
Un momento
para desfallecer por la explosión interna de lo que quiso ser grande atado al
cielo, porque el suelo lo escupió.
Un momento
para llorar por lo que quisiste crear y quedo en boceto.
Un momento para
respirar la canción de la radio, un momento para morderte la lengua y sangrar por dentro.
Un momento
para entregarte al orgasmo diseñado desde hace tiempo.
Un momento
para trabar el aplauso, ese aplauso que no hará más grande el momento de mi
intimidad.
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