Carolina y yo se puede decir que somos
amigas, pero de ese tipo de amigas que a veces están muy cercas, y a veces muy
lejos. Mi relación con Carolina ha tenido muchos matices, tantos que inclusive
podría inventar nuevos colores.
La conocí hace tiempo, cuando mis
dudas y temores aún no me aturdían tanto como ahora. En ese entonces yo
aprehendía muy rápido a las personas, para después culparlas por mis
decepciones. Ella estaba ahí entre la algarabía de un mundo nuevo que estaba
conociendo, o más bien dicho comiéndome
a mordidas. Yo, como una persona ambigua, me sorprendí ,porque de repente
sucede que conoces a alguien y te cae bien de la nada; para después caerte mal
por todo.
En ocasiones creo conocerla, pero en otras no
tengo definición alguna para describirla. Es como un libro que crees haber
comprendido y cuando con más confianza lo tratas y hablas de él, te das cuenta
que no lo entiendes en verdad, entonces actúas
cauteloso, hablas poco y cambias de actitud y más que acercarte
te sientes lejano.
Carolina es, podría
decirse, independiente, de carácter muy muy fuerte, tenaz y sencilla. Yo la admiro porque sigue en pie, disfrutando y
luchando. Ella tiene en su haber esa forma de ver la vida que facilita el
enfrentamiento con los malos momentos.
A veces pienso que es una fábula donde
se puede encontrar una moraleja acertada o un enfrentamiento contigo. Tiene un
humor ácido y una simpatía que a veces se me olvida recordar.
Es una para el mundo y otra para mí. A
veces la veo a distancia, conviviendo con sus amigos, hablando, riendo, y
cuestiono que esa persona sea la misma en la que tengo depositado tanto
cariño.
Hasta aquí siento haber escrito muchos
yo, pero es lo que ella hace; que hable
de mí en todo momento. El conocerla me trajo entre otras cosas, estar
consciente de mí, un tanto por la libertad que me da hablar con ella, otro
tanto por la esclavitud que a veces redituan mis palabras. Y si bien este
fragmento es para hablar de mi amiga Carolina, es mi visión lo que la describe,
no tanto su forma de ser.
Mi mente dividida puede llegar a tener
varios conceptos sobre Carolina, pero uno es el que perdura, el de la gratitud salpicada
de melancolía.
Los días en que la paz nos aborda, disfruto
de pláticas extensas donde aprendo más que de ella, de mí, y creo que es eso lo
más difícil de encontrar en las amistades. Aprender de otra persona es sencillo
cuando la quieres y respetas. Aprender de ti partiendo de la compañía de otros
es tan difícil como mostrar tu interior a un desconocido, que sin hablar te guía
en el camino a los pensamientos que son necesarios erradicar para ser más libre
o menos carcelero, depende del optimismo con el que se hable. Y lo mejor de todo es que lo hace sin darse
cuenta.
Discutir con ella es como subirse a
una montaña rusa, donde uno pone el acelerador y ella lo frena con una diplomacia
que molesta, indigesta. Y cuando mas peleamos es cuando más detesto esa
diplomacia, esa cordura que me priva de perder la mía.
Sé que este fragmento puede decir poco
sobre Carolina, pero como pronto será su cumpleaños, vi una buena justificación para hablar de mi amiga, ella que le gusta inventar comidas y criticar mi casi nula apertura a comer cosas nuevas.
Es para ella que pronto cumplirá otro
año riéndose de la vida o al menos eso es lo que veo desde mi pecera.